Sunday, September 04, 2005

un gusano grande y azul


Santiago pareciera más seguro por debajo. Sin tacos. Sin semáforos. Con mucho ruido eso si.

Santiago es, en realidad, bien egoísta bajo la calle. No importa quién ni cómo seas, siempre estarás de paso ahí, en camino a alguna parte, encima de algo, nunca con calma… “es que en metro llego altiro”. De más.

En el metro, aunque estén todos y cada uno de los vagones repletos hasta el hartazgo, aunque se quede gente abajo por las mañanas, siempre será necesario negar que hay alguien al lado tuyo. Parece ser la consigna, inclusive. Nunca mirar a los ojos, nunca mirar amablemente. Los ojos siempre mirando hombros, nucas, pies (zapatos, en su defecto), puertas, mas nunca otra gente.

Claro (todos) van queriendo estar tan ocupados leyendo, esperando que suene el teléfono, rogando que no pasen los minutos para no llegar tan tarde (y luego el descuento y la debacle). Que zen.

En el metro debajo de Santiago ya no hay gente, nunca hubo pasajeros. Por debajo, hay sombras dentro de cuerpos, corriendo por pillar un tren para mirar el techo, el piso. Para vociferar la inexpresión.

En el metro de Santiago (no importa la hora) se vive el pacto implícito de deshumanizarse en torno al tránsito, de parecerse lo mas posible a un camión lleno de ganado camino de alguna parte… a un pastizal… a un matadero… no sé.. lo importante es que vamos en camino.

1 comment:

Sorecita said...

E veda, pero bueno, no siempre hay alguien que este dispuesto a flirtear a las 7:00 de la mañana, o algo así. Esto me hace recordar ...la imposibilidad de no comunicar...es imposible que no se nos noten, las ganas que no dan de hacer todo lo contrario...